Por: Leonardo Mendívil
El siguiente escrito está basado principalmente en el libro de Brianda Domecq "La insólita historia de la Santa de Cabora (1990)" en la información respecto a Teresa Urrea.
En muchas ocasiones he escuchado una
frase puesta en boga desde hace ya algunos años, referente a la posición que
está tomando la mujer en diferentes aspectos de la sociedad: “es
que la mujer está ganando posiciones”. Para mí, simplemente está
tomando un lugar que históricamente le ha correspondido y que el hombre le
había arrebatado. La historia machista de México, ha logrado que su gente
desconozca de la vida de muchas mujeres, que en su momento jugaron un rol de
suma importancia. Tal es el caso del que a continuación hago referencia.
En el año 1873, Sebastián Lerdo de
Tejada ostentaba el poder, el físico británico James Clerk Maxwell analiza
matemáticamente la teoría de los campos electromagnéticos y afirma que la luz
visible es una onda electromagnética; España se organizó por vez primera bajo
la forma de gobierno republicana durante el Sexenio Democrático.
En México, años después, ante el ambiente de un pueblo en el que apenas se vislumbraba el progreso del país, frente a una dictadura porfirista: cuando los derechos de la mujer (y de muchos otros) eran hollados y existía una marcada discriminación hacia los pobres (cualquier parecido con la realidad actual no es mera coincidencia); un México influido fuertemente por las ideas positivistas; con una Iglesia que desde la colonización había tenido al pueblo mexicano sumido en la más terrible ignorancia. Bajo este periodo, conocido como porfiriato, se dieron importantes avances en el desarrollo económico y comercial: nuevas plantas industriales, extensión de las vías de ferrocarril, obras públicas, mejoramiento de puertos y construcción de edificios públicos. Muchas de las nuevas empresas fueron financiadas y manejadas por extranjeros, ya que otorgó concesiones al capital francés, estadounidense e inglés que llegó a acaparar casi la totalidad de la minería, el petróleo y los ferrocarriles, entre otros sectores. Qué bonito panorama ¿verdad? Sin embargo, todo este progreso que se vislumbraba era sólo para unos cuantos personajes del país y para muchas manos extranjeras. El mexicano desfavorecido, continuó con el sufrimiento que venía cargando desde que los españoles llegaron a civilizarlo; vaya concepto de civilización el de aquéllos.
En Ocoroni, municipio al norte de Sinaloa, se ubicaba la hacienda de Santa Ana, misma que era propiedad de Tomás Urrea, próspero hacendado que había heredado de su tío Miguel grandes extensiones de tierra en Sinaloa y Sonora. Era común que Tomás encomendara a uno de sus trabajadores le llevara hasta la casa grande, a una de las mujeres trabajadoras de la hacienda para dar rienda suelta a sus bajas pasiones sexuales. Una de esas mujeres, fue Cayetana Valdéz, indígena adolescente de tan sólo catorce años. Cayetana vivía con su hermana Tula, de la cual sólo recibía maltrato. Producto de aquélla violación que sufriera Cayetana, nació el 15 de octubre de 1873, Gracia Nona María Rebeca Chávez que, posteriormente se haría llamar únicamente como Teresa, muy probablemente por el día en que nació (el día de Santa Teresa)