miércoles, 7 de julio de 2021

TERESA URREA "La Santa de Cabora"



Por: Leonardo Mendívil


El siguiente escrito está basado principalmente en el libro de Brianda Domecq "La insólita historia de la Santa de Cabora (1990)" en la información respecto a Teresa Urrea.


En muchas ocasiones he escuchado una frase puesta en boga desde hace ya algunos años, referente a la posición que está tomando la mujer en diferentes aspectos de la sociedad: “es que la mujer está ganando posiciones”. Para mí, simplemente está tomando un lugar que históricamente le ha correspondido y que el hombre le había arrebatado. La historia machista de México, ha logrado que su gente desconozca de la vida de muchas mujeres, que en su momento jugaron un rol de suma importancia. Tal es el caso del que a continuación hago referencia.

 

En el año 1873, Sebastián Lerdo de Tejada ostentaba el poder, el físico británico James Clerk Maxwell analiza matemáticamente la teoría de los campos electromagnéticos y afirma que la luz visible es una onda electromagnética; España se organizó por vez primera bajo la forma de gobierno republicana durante el Sexenio Democrático.


En México, años después, ante el ambiente de un pueblo en el que apenas se vislumbraba el progreso del país, frente a una dictadura porfirista: cuando los derechos de la mujer (y de muchos otros) eran hollados y existía una marcada discriminación hacia los pobres (cualquier parecido con la realidad actual no es mera coincidencia); un México influido fuertemente por las ideas positivistas; con una Iglesia que desde la colonización había tenido al pueblo mexicano sumido en la más terrible ignorancia. Bajo este periodo, conocido como porfiriato, se dieron importantes avances en el desarrollo económico y comercial: nuevas plantas industriales, extensión de las vías de ferrocarril, obras públicas, mejoramiento de puertos y construcción de edificios públicos. Muchas de las nuevas empresas fueron financiadas y manejadas por extranjeros, ya que otorgó concesiones al capital francés, estadounidense e inglés que llegó a acaparar casi la totalidad de la minería, el petróleo y los ferrocarriles, entre otros sectores. Qué bonito panorama ¿verdad? Sin embargo, todo este progreso que se vislumbraba era sólo para unos cuantos personajes del país y para muchas manos extranjeras. El mexicano desfavorecido, continuó con el sufrimiento que venía cargando desde que los españoles llegaron a civilizarlo; vaya concepto de civilización el de aquéllos.


En Ocoroni, municipio al norte de Sinaloa, se ubicaba la hacienda de Santa Ana, misma que era propiedad de Tomás Urrea, próspero hacendado que había heredado de su tío Miguel grandes extensiones de tierra en Sinaloa y Sonora. Era común que Tomás encomendara a uno de sus trabajadores le llevara hasta la casa grande, a una de las mujeres trabajadoras de la hacienda para dar rienda suelta a sus bajas pasiones sexuales. Una de esas mujeres, fue Cayetana Valdéz, indígena adolescente de tan sólo catorce años. Cayetana vivía con su hermana Tula, de la cual sólo recibía maltrato. Producto de aquélla violación que sufriera Cayetana, nació el 15 de octubre de 1873, Gracia Nona María Rebeca Chávez que, posteriormente se haría llamar únicamente como Teresa, muy probablemente por el día en que nació (el día de Santa Teresa)

















La infancia de Teresa fue por demás dura, creció con la injusticia a cuestas, los malos tratos de parte de la tía Tula y del alcohólico esposo Manuel. Su vida se convirtió en una secuela más del cuento infantil de cenicienta. Era la encargada de ir por el agua que servía para realizar las labores domésticas de la casa de la tía; tenía que salir con sus pies descalzos por el monte en busca de la leña que serviría para cocer los frijoles que más tarde comería, si el resto de la familia así lo permitía. Los pies de Teresa cargaban sobre sí, el dolor producido por la crueldad de la época, por ser mujer y por ser pobre.

Tomás Urrea, su padre, a pesar de la posición económica y social que gozaba, había incursionado en la política y se había alineado con un grupo de anti porfiristas, por tal motivo, empezó a recibir amenazas anónimas, advirtiéndole que su vida corría peligro si seguía con sus ideas contrarias a las de la dictadura de Díaz. Era mucho el amor que Tomás tenía por su hacienda, pero más el que tenía por su vida así que tomó la decisión de viajar al vecino estado de Sonora donde estaba otra parte de su herencia. 





En 1880, cuando Teresa contaba con escasos siete años, Tomás partió juntó con todos sus trabajadores en extensa caravana hacia Sonora. Fue en esa ocasión cuando Teresa vio por primera vez a su padre, a partir de entonces, su vida empezó a tomar sentido. Se propuso algún día llegar a ser como aquél hombre que le había dado la vida.


En Sonora, la situación de Teresa no presentó ningún cambio, al contrario, siguió sufriendo de la injusticia de la Tía Tula, del tío Manuel y ahora, la de sus primos. Una nueva fijación surgió en ella, algún día habitar en la casa grande, la de su padre, en la hacienda de Cabora. Frecuentemente se acercaba hasta pocos metros de la hacienda para observar la vida que se llevaba en tan próspero lugar. Siendo aun una adolescente, solicita a su padre la deje vivir con él en Cabora y éste acepta.


En una de las tantas caminatas que Teresa hacía por las tierras de la gran hacienda, conoció a una vieja curandera de paso tambaleante, que más delante se convertiría en su asesora en el arte de las sanidades. Con ella aprendió a desarrollar los poderes que posteriormente le darían fama no sólo en Sonora, sino en otros, incluso en los Estados Unidos de América.

 

Como la gran mayoría de la población de la época, Teresa no sabía leer ni escribir. Sin embargo, su vida cambió cuando el destino la cruzó con la que le enseñaría a leer y escribir; una anciana que tenía entre sus propiedades viejos periódicos donde Teresa se enteró de la existencia de un personaje todo poderoso en México, ni más ni menos que el mismísimo general Porfirio Díaz. 


LAS PRIMERAS CURACIONES


Poco después de vivir en la casa grande, sufre un ataque de catalepsia que se prolongó por muchos días. Cuando vuelve del estado cataléptico, inicia con sus dones de sanidad. La ignorancia de la gente no les permite entender lo sucedido, ¿Cómo entender que una persona haya muerto y, al tiempo resucitar? Sin duda, tendría que ser una persona enviada del cielo… así la empezaron a tratar.

En este contexto, empezó a realizar las más increíbles curaciones. La primera de ellas a una parturienta a la que le salvó la vida cuando el producto que llevaba dentro, se “negaba” a salir. Después fueron los trabajadores de la hacienda, después los de las propiedades vecinas. La fama de curandera de Teresa fue creciendo y no tardó mucho en que sus milagrosas sanidades fueron publicadas en los periódicos El monitor republicano, de la ciudad de México y en El tiempo, editado en Las Cruces, Nuevo México. Se le impuso el nombre de la "Santa de Cabora" por la hacienda en donde vivía y hasta donde llegaban personas de lugares lejanos a buscar alivio para sus males.


En una sociedad con carencias interminables, cuando la justicia era impartida, por decirlo de laguna manera, sólo para aquél que pudiera pagarla, indígenas que por herencia eran propietarios de inmensos territorios de los cuales ahora eran despojados, ya fuera por la mano ambiciosa del clero, o por el terrateniente heredado de la colonia, o por el invasor que sin el menor recato, ingresaba al territorio mexicano con la anuencia del dictador. Con todas estas calamidades, no era de extrañarse que el pueblo recurriera a la tradición y herencia cultural que por siglos ha sido el escape a las adversidades, la de encomendarse al santo de mayor “prestigio” en el momento, o en su defecto, el que estuviera más al alcance.

 

En diversos puntos de la república, se dejaron ver brotes de inconformidad por parte de los explotados, entre esas manifestaciones de descontento se encontraba la de los tomochitecos. 


Diferentes autores aun no se ponen de acuerdo en los verdaderos motivos que llevaron a Díaz a cometer las atrocidades sin embargo, Paul J. Vanderwood, autor del libro “Del púlpito a la trinchera, el levantamiento religioso de Tomochic” afirma en una entrevista, cito “historiadores no se encuentran muy cómodos hablando de aspectos religiosos, espirituales, porque de eso no hay mucha información. ''De la Iglesia sí hay archivos, pero cuando hablamos de fe es muy difícil documentar. Entonces hay una tendencia de los historiadores a evitar esas cosas; pero advertí que no se puede hablar de los mexicanos haciendo a un lado las cosas espirituales. La religión es una parte de su vida cotidiana que está mezclada con la manera de pensar y de vivir.” (fin de cita)

Sin duda alguna, ya fuera por tintes religiosos o políticos, Tomóchic vivía sumido en la desesperación de ver cómo eran despojados de sus propiedades, ya fueran estas materiales o espirituales.

 

Florence Lister y Robert Lister, en su ensayo “Chihuahua, almacén de tempestades, afirman: “una abundante cosecha de profetas divinos, mesías y proclamadores de apariciones milagrosas, pululaba en las montañas como hongos después de la lluvia, entre ellos figuraba Teresa Urrea, los supersticiosos campesinos, fácilmente convencidos de lo fanático, le acreditaban poderes mágicos. Algunas de las familias de Tomóchic, habían efectuado la ardua peregrinación a su altar, regresando a sus hogares convertidas a la nueva religión, entre ellos estaba Cruz Chávez, quien más tarde fue acusado de haber erigido un altar idólatra para realizar servicios religiosos sacrílegos” (fin de cita)

 

Ya la influencia de Teresa se dejaba sentir entre los moradores de la región, por esta razón, el clero, cómplice histórico del Estado (o viceversa, según la perspectiva), en voz del padre Gastélum, había llegado hasta Tomóchic para acusarla de hereje. Sin embrago, la fe que las personas del pueblo le tenían a Teresa Urrea, impidió que éste hiciera caso a las palabras provenientes de aquél mensajero de Dios.

El autor Antonio Saborit, en su libro “Los doblados de Tomóchic”, menciona al padre Castelo y no Gastélum, la verdad es que el nombre da lo mismo cuando lo que importa son los hechos indignos que se cometieron y se cometen en nombre de Dios. Dicho autor (Saborit) escribe y cito: “El padre logró reunir a su grey y en misa, se esmeró por hacerles ver el error insólito de todos ellos: que no era una santa Teresa Urrea, por muy apreciables que fueran sus virtudes y cualidades. Los tomoches se indignaron y al grito de “sí es santa”, según el diario La Frontera, salieron del templo. Cruz Chávez al pasar frente al púlpito, mandó al diablo al sacerdote Manuel Castelo.” (fin de cita)


La religión, las creencias en deidades, los santos y santas, han tenido a lo largo de la historia el poder de congregar multitudes e incluso de enfrentarlas. Ejemplos sobran: las legendarias cruzadas, el caso de la India después de lograr su independencia de la corona inglesa, el caso de Miguel Hidalgo al elegir a la virgen de Guadalupe como estandarte para lograr la unidad del pueblo. Es por ello, que a finales del siglo XIX, un grupo de serranos encabezados por Cruz Chávez, se encamina por las montañas de la Sierra Madre Occidental, rumbo a la afamada Hacienda de Cabora. La intención del grupo, es de suponer, era el de encontrar un milagro en los ojos de la Santa, una luz de esperanza que les permitiera seguir luchando por lo que ellos creían justo. En el trayecto hacia Cabora, el grupo encabezado por Cruz tuvo un encuentro con los federales, los serranos salieron triunfantes del encuentro. La victoria, como es de suponer, se la atribuyeron a la Santa, a sus poderes mágicos y milagrosos. Este acontecimiento causó que la popularidad de Teresa aumentara convirtiéndose así, en la protectora “oficial” de los desvalidos de la región. Cuando el grupo de serranos llega a Cabora, Teresa se encontraba en sus labores de curandera. El encuentro de miradas que tuvieron Cruz Chávez con la Santa, fue motivo suficiente para que ésta se enamorara por segunda ocasión (la primera fue cuando tenía cerca de siete años, al encontrar su mirada con la de su padre Tomás Urrea). Era clara la intención de Cruz de encontrar en Teresa protección hacia los serranos. Sin embargo, ¿cómo podría ayudarlos? Esa fue efectivamente la respuesta dada por Teresa a Cruz. Sin embargo, los advierte de los acontecimientos próximos a venir al pueblo de Tomóchic (escena recuperada de la película “Longitud de Guerra”) Esta premonición, no fue dada por dotes de videncia, sino por mero sentido común, era fácil suponer el desenlace que tendrían las rebeliones. Un poco desolado por la respuesta, Cruz y su gente vuelven a Tomóchic pero, con su fe fortalecida.


Se dice que fue su padre el que infundó en Teresa las ideas anti porfiristas, sin embargo, Brianda Domecq afirma que contrario a lo que se pudiera pensar, Don Tomás nunca aceptó que a su hija se le relacionara con este tipo de ideas. Era mucho el amor por sus propiedades que, por ningún motivo se iba a exponer a que se las arrebataran como lo habían hecho con las tierras de Sinaloa. Don Lauro Aguirre, ingeniero chihuahuense, amigo de la familia Urrea con marcadas tendencias anti porfiristas fue quien de alguna manera, sin que Teresa lo notara, la fue inmiscuyendo en los asuntos de política y justicia social.

 

La lucha en Tomóchic continuaba y Teresa era ajena a todo lo que pasaba, no tenía idea de lo que en su nombre se peleaba por aquellas tierras. Sin embargo, los tentáculos del enemigo por fin la alcanzaron y en Mayo de 1892, llegaron altos jefes militares a la hacienda de Cabora para notificar a Tomás y Teresa Urrea, la orden de aprehensión que en su contra había girado el gobernador del estado de Sonora, Rafael Izabal. 


Los Urrea abandonaron la hacienda y jamás la volverían a ver. En junio de 1892, el gobierno del Estado dictamina que los Urrea son personas peligrosas para mantener el orden social y por lo tanto, se les condena abandonar el país de forma deshonrosa. Son escoltados hasta la ciudad de Nogales, Sonora y, posteriormente a Nogales Arizona. En esa ciudad fronteriza, Don Tomás conoció la pobreza por vez primera. Vivieron en una casa que Lauro Aguirre les había conseguido prestada. Lauro seguía trabajando en el movimiento serrano, y en su lucha contra la dictadura, editaba en la ciudad de El Paso, Texas, un periódico de nombre “El Independiente” donde, seguido hacía mención de La Santa de Cabora, como para que los habitantes chihuahuenses se sintieran apoyados a pesar de la distancia que los separaba. Tiempo después, Lauro manda a Teresa uno de los números donde se narra la sangrienta masacre de Tomóchic y la suerte que corrió Cruz Chávez, el líder de los serranos. A partir de entonces, Teresa se involucra activamente en el movimiento utilizando sus dones para el reclutamiento de gente y de recursos. En marzo de 1896, Lauro es apresado en Nogales Arizona y los Urrea se trasladan a El Paso Texas donde prepararían, una vez que Lauro fuera puesto en libertad, el levantamiento general ante la dictadura. La revolución de Lauro no prosperó y los Urrea se escondieron en Clifton Arizona temiendo por sus vidas.



Olvidándose de la lucha activa, Teresa acepta la propuesta de una compañía médica de hacer una gira por Estados Unidos de América, utilizando el poder de convocatoria de ésta para promocionar productos de la compañía. En ese viaje, Teresa se lleva al hijo de una amiga suya para que le sirviera de traductor. Llegan a Nueva York y, por diversas circunstancias (entre otras el frío) poco se puede trabajar en el proyecto de la compañía médica, por lo que estos, aprovechando el tiempo que tenían desocupados y la gran belleza de Teresa, deciden inscribirla en un concurso de belleza, el cual gana.

Don Tomás muere mientras Teresa andaba en la gira, ya no lo vuelve a ver. 

Teresa engendra un par de niñas con la persona que le había ayudado como traductor: Laura y Magdalena.

En enero de 1906, a la edad de 32 años, La Santa de Cabora muere en Clifton, Arizona.

La influencia de Teresa en la rebelión de Tomóchic es indiscutible, aún después de su muerte. Hoy en día, persiste una marcada veneración por La Santa de Cabora en la región del valle del yaqui y mayo, en Sonora, así como en la región serrana de Chihuahua.

Si recurrimos a la definición del diccionario de la Real Academia sobre el término de Santa, “Persona libre a toda culpa” por supuesto que Teresa lo fue. Es increíble como la fe puede llevar a todo un pueblo a luchar en nombre de una persona que, exceptuando a Cruz Chávez y, a algunos de sus compañeros, no conocieron nunca a la Santa; ésta, ni siquiera pisó en su vida tierra chihuahuense. Sin embargo, su influencia en el movimiento armado de Tomóchic fue fundamental para que aquel pueblo levantara su puño de lucha al grito de “Viva la Santa de Cabora, muera el mal gobierno”





Casa donde vivió Teresa Urrea en El Paso, Tx.



 

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